Querido 2018

Querido 2018:

Empecé 2017 disfrazada de leona, creyendo que me comería el año que entraba y sin saber que casi me terminaría comiendo él a mí.

También tuve la suerte de empezarlo trabajando con niños. También tuve la poca suerte de empezarlo trabajando con niños. Y en medio, estaban mis chicas Wooala cantando La La Land  o compartiendo vinos en un secuestrador de besos en el que nos queríamos dejar secuestrar.

A finales de mes me llevaron por primera vez al Bernabeu. Como navarra de Osasuna, no me siento orgullosa de aquello. En mi defensa diré que me limité a comerme mi bocata sin animar ni un poquito.

En marzo mi miedo a volar aterrizaba en Londres entre valerianas y un Orfidal que terminaba de completar los «por si acaso» de la maleta. Si queréis un viaje tranquilo, dejad a mis amigas en casa. Si pedís una recomendación personal, llevadlas hasta el fin del mundo. La tranquilidad está sobrevalorada.

En abril descubrí, volviendo al norte y trabajando entre flores, que nunca aguantaré el olor de la albaca, que no conseguiré que me sobrevivan ni los cactus y que, a pesar de todo, qué bien se está en casa.

Mayo me devolvió a Madrid. A un piso donde el acento gallego, andaluz y navarro se fusionaban y hacían falta subtítulos para entenderse.

De junio sólo recuerdo calor y búsquedas frustradas de aires acondicionados por Wallapop.

En julio mi rodilla tenía su peor recaída después de un mes trabajando en una tienda de ropa. Y qué mes. Y qué maravilla la gente que conocí en él.

Y seguida de mi rodilla, la que tenía la recaída en agosto era yo.

Pero de repente, cuando pesaba la vida, cuando pesaba hasta doler, apareció una Bendita Profesión. Y para bendita su gente.

Y llegaron las fiestas. Y joder, qué fiestas. Y joder, qué cuadrilla la mía.

Y terminó pasando el primer año completo después de muchos fuera de Salamanca. Pero qué alegría tener un amigo. Uno que revolucione tu mundo nada más aparecer y que tenga igual de marcada que tú la ciudad que te terminó transformando. La ciudad gracias a la cuál eres así ahora. Marcada a fuego, marcada a tinta.

Porque ha sido un año de altibajos y con lágrimas que tienen todos los sentidos que quieras darles.

Porque he conocido gente que me ha hecho descubrir cosas de mí que ni yo misma sabía. Porque te aseguro que no hay una sola persona que este año no haya aportado algo. Y mira, no hay nada más bonito que eso.

Porque empiezo el año con más fuerza que nunca. Porque lo hice disfrazada de arlequín y dime tú si hay una reconciliación con la comedia mejor que esa.

Porque he recuperado las ganas de escribir y prometo sacar siempre un ratito para hacerlo.

Porque me he dado cuenta de que ahora es el momento de arriesgar. Y si me caigo, tengo un ejército detrás dispuesto a levantarme que supera hasta al de los Dothrakis.

Querido 2018, tú mantenme a mi gente, que del resto me encargo yo. Querido 2018, he vuelto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *